El 10 de noviembre de 2013, dos activistas de EligeVeganismo fueron encerradas en un cobertizo de cría de pavos de la empresa Sopraval al norte de Santiago de Chile mientras realizaban trabajos de documentación. El guardia que llevó a cabo la acción intentó agredir con piedras a otros dos activistas, que consiguieron escapar del lugar.
Carabineros llegó una hora más tarde para tomarlas detenidas, impidiéendo a las activistas comunicarse de manera telefónica con sus familiares, y trasladándolas hasta Quillota, para esperar la audiencia del día siguiente.
Tras la comprobación de que se trataba efectivamente de activistas, ambas quedaron en libertad, pero con cargos de daños simples que se negaron a reconocer, puesto que la organización EligeVeganismo rechaza producir perjuicios a la propiedad privada, sea en labores de registro audiovisual o rescates.
Durante esta semana, se llevó a cabo la detención de una de las activistas: Isadora. La sentencia (acorde con los intereses de quienes explotan animales) terminó por prohibir el acercamiento de ambas a cualquier dependencia Sopraval durante un año y a criaderos ubicados en la quinta región. Una medida que solo fomenta que lo que viven los animales dentro de estos lugares siga siendo un secreto. Una realidad inasequible.
A continuación reproducimos el testimonio de la activista sobre su detención:
El Lunes 21 de Abril, dos funcionarios del Servicio de Investigaciones Policiales de Carabineros me detuvieron por una causa pendiente (documentar dentro de un galpón de pavos de la empresa Sopraval). Se suponía que estaría veinticuatro horas allí hasta que se realizara la audiencia, por lo que me dejaron en los calabozos de la comisaría en Santiago Centro hasta las 8:00 am del día martes. Al momento del ingreso, una carabinera pidió que me quitara la ropa para revisarme; luego me pidió hacer sentadillas, y cuando le pasé mi ropa, la lanzó a un rincón lleno de orín.
El 22 de Abril por la mañana, me llevaron a la fiscalía centro-norte para declarar. En la audiencia, los Jueces se declararon incompetentes ya que el delito había sido cometido en La Calera y no en Santiago, así que determinaron que fuese trasladada durante la noche a Quillota para ser juzgada al día siguiente. De regreso a los calabozos, me pusieron esposas en las manos y los pies, enganchadas a una pechera amarilla que decía IMPUTADO. No me dieron ni agua ni comida durante ese día, y solo tuve derecho a ir al baño en la noche, antes de ser trasladada al Centro de Detención Preventiva en Quillota (fue un viaje de dos horas donde apenas podía moverme).
Poco antes del traslado, un gendarme me entregó un litro de leche de almendras que me había llevado mi mamá, pero me la quitaron al entrar al centro en Quillota. Allí, dos gendarmes me revisaron: una de ellas me hizo sentarme derecha en una silla por varios segundos, luego la otra me hizo ponerme de pie, me tocó sobre la ropa e hizo que me levantara la polera y sostén. Recién ayer, 23 de Abril, me trasladaron a La Calera. Antes de pasar a la audiencia estuve un par de horas en los calabozos y todo esto: aún esposada de manos y pies. Finalmente, me dejaron en libertad con una condición: que ni yo ni mi compañera – quién tiene la orden de arresto pendiente y podría pasar por esto en los próximos días – ingresemos a las dependencias de la empresa Sopraval durante un año o nos acerquemos a criaderos de pavos ubicados en la quinta región.
Al trato denigrante, a la negligencia de carabineros al doblar el tiempo presupuestado de mi detención y a lo injusto de los cargos por ‘Daños simples’ que pesan sobre mi compañera y yo, se suma el grave hecho de que la justicia avale el secretismo detrás de los centros de explotación animal. Es una pena para los animales y para quiénes luchamos por su libertad que el hermetismo de sus funciones se resguarde por instituciones judiciales, en un tema que, lo queramos o no, nos compete a todos.
Seguiremos trabajando, seguiremos documentando y es imprescindible que cada uno de ustedes conozca el proceder de carabineros y tribunales, para tomar partido y oponerse a una coartada que solo tiene como principales damnificados a los animales y el sufrimiento que se esconde en los centros que les explotan.